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martes, 6 de septiembre de 2016

¿Y SI DEJÁRAMOS DE REIR?



*Ximena Flores

Se reían, como sólo se pueden reír los adolescentes, con esa energía natural e ilógica.

Veían nuevamente el celular y se volvían a reír, eran carcajadas que podían cortar el silencio de cualquier ciudad, incluso ese silencio que aturde y ensordece.

Me percaté, nomás por ociosa, que era uno de esos memes de Facebook, decía en sus letras: “¿En qué se parece una mujer a un globo de helio? En que el globo tiende a subir y la mujer sube a tender”.

Los muchachos, que no pasaban de los 15, gozaban el “chiste” como algo realmente gracioso y válido en sus jóvenes vidas.

Quisiera quedarme con la tranquilidad de saber que los jóvenes de hoy se ríen de sí mismos, del mundo que los rodea, son felices y su alegría es contagiosa en todo el planeta. Pero no, no me quedo tranquila porque puedo constatar que su alegría puede llegar a basarse en el sufrimiento del otro, y en este caso, de la otra y que, por lo menos aparentemente, no se dan ni cuenta.

Memes y “chistes” como esos circulan por millones en las redes sin que nadie se percate del detalle escondido detrás de “lo gracioso”, son instrumentos de discriminación, machismo y violencia.

El futbol, la música, la política, los programas de televisión, todos son solo un pretexto para discriminar. Las cholas y los gays, las tontas y los indios, los iletrados y los travestis, los delicados y las marimachos, las bonitas y los feos, las gordas y los granulientos, los grasosos y las peludas, las viejas y los “fetos”, las vírgenes y las violadas, todos y todas son el verdadero blanco de los ataques en las redes.

Hace poco vi también un meme donde muestran cuatro fotos de varones “prontuariados” y le piden a una mujer que indique cual de ellos la violó, ella indica que sospecha que fue el cuarto, que para efectos del supuesto chiste es joven y guapo, y ella dice, “”fue él, exijo reconstrucción de los hechos”, gracioso ¿no?, dan ganas de que así sean todas las sesiones junto a mujeres vejadas, quisiéramos reír y no llorar, alegrar nuestros días y no apagar el sol cada mañana.

Ahora, si seguimos los pasos regulares y nos quejamos a la red social, normalmente la respuesta es que “esta foto/publicación no está en contra de nuestras políticas”, imagino que no lo entienden o simplemente hacen de la vista gorda para evitarse la fatiga que instauramos las locas, descocadas y desenfrenadas mujeres que nos damos cuenta que nos insultan.

Un primer paso para frenar este abuso en las redes es participar de ellas, comentar en contra sin miedo, ingresar como un ejército para hacer dar cuenta a las y los jóvenes que están violentando su desarrollo, investigar y denunciar, así sea para que la red social nos mande al diablo. Quizá si es un ejército denunciando se ubiquen.

De igual manera dialogar con el amigo/a que lo publica, generalmente es la mamá de tu hijo, el compañero de trabajo o un ex compañero de colegio, decirle que no te parece gracioso, argumentar porqué y hacerle saber que eso va en contra de la cultura de paz que queremos para todos/as. A mí me tocó varios que entienden y otros pocos que terminan llamándome amargada e insultándome. Créanme que si un amigo/a se comporta de esa manera, será más valioso lejos de su vida.

El no tener miedo a criticar y animarse a denunciar este tipo de publicaciones hará posible que las redes también se conviertan en un instrumento a nuestro favor, para luchar y vencer al violento, para comunicar nuestros derechos, discutir nuestra coyuntura, hacer saber a nuestro entorno que nos hemos convertido en intolerantes a la violencia, a los ojos cerrados, a las risas cómplices.
*Es comunicadora e investigadora social, ex diputada del MAS.

martes, 30 de junio de 2015

El pecado de María



Quisiera decirles un realidad diferente, pero veo que no tengo por qué ocultarla, me alienta la demanda que hacen contra María Galindo, y no por simple y deliciosa maldad, sino porque ya hace mucho esa copa ha rebasado su límite.
Son incontables las oportunidades en las que un entrevistado tras otro se sometió a las muy peculiares entrevistas de Galindo en su espacio radial “La barricada”, cuando haciendo el aguante que les dictaba su formación, educación o simple sentido común no se atrevieron a darle un piñazo verbal  y simplemente soportaron la humillación hasta el final.
También es conocido su carácter para defender a las mujeres que ella cree son merecedoras de su atención, porque no es a todas, no, sólo algunas tienen ese privilegio. Ella ha categorizado, dividido y clasificado a las mujeres que sí y que no merecen ser defendidas, siendo que es justo una periodista mujer la que le hace la demanda penal porque se ha sentido discriminada en razón de su color de piel, procedencia y hasta su peso y talla.
Luego María sale a decir que esto no debiera hacerse por esa vía y que mejor se resuelva en un tribunal de imprenta, que hasta podría tener la gentileza de darle a la periodista agredida su derecho a réplica, otorgándole sus 20 minutos de fama,  es decir que, ¿tan anarquista no es?, ¿por qué está asumiendo la autoridad de leyes y tribunales que hasta hace poco eran poco menos que papel higiénico para ella?
Todas esas inconsistencias y contradicciones no le hacen daño a María, sino a todo el movimiento feminista, a esas chotas, cholas, gringas, fashionistas, misses y birlochas que somos. Porque alguien que grita “¡no a la discriminación!”, no puede señalar con su dedo acusador a nadie y menos por tener los ojos verdes o negros, por lo que me adhiero con una profunda convicción democrática a la demanda de la periodista agredida, porque me he sentido agredida de manera indirecta yo también y así podríamos sumar a muchas mujeres.


miércoles, 23 de julio de 2014

¿Por qué odiamos tanto a Justin Bieber?


Puso cara de pedo y luego se salió de la fiesta, ya afuera fumó un cigarro y dijo, “no aguanto esa musiquita”, con la típica actitud de una persona que ha sido insultada y que por dignidad a preferido abandonar la discusión y no hacer un papelón.


¿Alguna vez observaron esa actitud? Yo muchas veces, en gente muy joven que odia a One Direction, en ya mayorcitos que odian a los Gun ‘s Roses, en gente de mi generación que odia a la los “laicilaicus” de la Kantutita del Amor.

La música, se ha convertido en (quizá) el último bastión que usan los racistas y homófobos para llevar a práctica sus odios, que tan solo son, en realidad, temores a lo diferente. Poner esa cara de “no me toques porque me ensucias” es algo que vivimos día a día, en todo lado. ¿O acaso nunca han protestado porque “Las amorosas del amor” son el grupo favorito de los microbucistas?, ¿o nunca han escuchado a algunos de sus hijos (varones) putear contra el Justin Bieber? , ¿o quizá alguno de sus amigos, observar a Ricky Martin, especialmente desde se declaró abiertamente gay?

Siempre resulta familiar que alguno no desee siquiera nombrar a esos artistas y el apunte es que ni siquiera critican su capacidad vocal o la creación musical como tal, es simplemente porque “parece mujer”, o porque “es muy ordinaria”, o por “horrible”, sin mayor argumento.

Déjenme decirles que eso tiene un alto componente discriminador, porque la realidad es que no criticamos al artista sino a lo que representa. Me dirán que no es así, que finalmente uno tiene sus preferencias musicales, y eso es cierto, pero cuando ya te provoca odio, molestia extrema y se te sale un insulto de por medio, ya es discriminación.
Creo firmemente que nuestra evolución hacia un mundo libre de discriminación debe nacer hasta en estos detalles, en la tolerancia y el aprendizaje de nuestra cultura musical. Por ello me declaro fanática total de la Vilmita Corazón, para que la conozcan les dejo el link 

y también de la peruana Reina Chelera y sus Príncipes Cheleros. 


Calidad de música a la que deberíamos darle una oportunidad… sin hacer gestos.

viernes, 2 de mayo de 2014

¿Por qué no le damos un manazo?


Mi imaginación voló. Qué hubiera hecho yo si estaba en el lugar de la simpática periodista de la Red Uno, que se atrevió a sentarse a lado del más despreciable de los alcaldes en materia de trato personal a las mujeres (de su gestión no me ocupo, porque me dicen que es un capo, no sé), se me ocurrieron diferentes reacciones, que seguramente muchas hemos ensayado en nuestras mentes.
  1. Le doy un microfonazo.     
  2.   Le doy un cabezazo. 
  3. Le pego un grito al tiempo de sopapearlo de “soltame carajo”, tan fuerte que me quede sin amígdalas y él se quede sordo.
  4. Le dejo su mano asquerosa como mapa, porque no sólo me la quito de encima, sino también la araño para que sepa que me las limo bien finito para defenderme de cualquier agresor y de paso, mostrar unas uñas y manos perfectas.
  5. Me paro, lo pateo y me voy, pero bien pateado ¿no?, que le quede el morete por unos tres meses.
Y bueno, después de tanto ensayo mental es inevitable preguntarse por qué la periodista, la concejala, las otras periodistas y las otras mujeres agredidas por este vil sujeto, hasta hoy, no reaccionaron. Es más, prácticamente todas se esforzaron por disimular lo mejor que pudieron, la última hasta siguió sonriendo en un: “el show debe continuar”.

Déjenme decirles mis estimados y estimadas, que las “metidas de mano” son bien comunes en nuestra sociedad, en las calles, en el trasporte público, en los conciertos, en el cine, a solas, con mucha gente alrededor, en calles desiertas, de noche o con el sol.

Déjenme decirles también que lamentablemente hay muchos Percys en este mundo y muchas mujeres que no reaccionamos porque por lo general estamos desprevenidas, créanme que no andamos a la defensiva por si algún pervertido nos quiera toquetear.

Ahora, muchos dirán con razón que al tipo ya lo conocemos todos/as, que sabemos su baja calidad humana frente a las mujeres, y sí, ya lo conocemos como degenerado y mano larga. ¿Qué debemos hacer entonces? Si me tocara hacerle una entrevista… ¿debería ponerme una burka para que no se me note ni el color de mis ojos?, ¿tuviera que dejar de maquillarme o quitarme el perfume?, ¿entrevistarlo con un escudo, para que su mano no traspase los límites? No, porque las mujeres no tenemos la culpa de que el tipo sea como es, así que si la periodista quiere verse como le da la gana, puede hacerlo, porque es él quien no tiene derecho a cometer esos abusos.

Aquí lo que hace falta es denunciar, no callar, reaccionar, no disimular. Mujeres del mundo, el tipo es un degenerado, si les toca estar a menos de un metro de él, atentas, que al primer intento deben reaccionar, y no sólo con él, sino con todos los degenerados de este planeta, que piensan que tienen derecho a tocarnos, golpearnos, violarnos, sólo porque se creen la gran cosa, y ojo que incluyo aquí al manolarga lenguasuelta del Dr. Robert Rey, famoso cirujano plástico que llegó a dar una charla a Santa Cruz y se la pasó toqueteando a cuanta periodista se le acercó, ¿o le van a perdonar al doctorcito porque es guapo?

miércoles, 23 de abril de 2014

Credifácil hipotecario, otro “oficio” de la Iglesia

Definitivamente no lo encontré en ningún libro escolar, ni siquiera la universidad me dio este dato tan peculiar y valioso, fueron las escrituras públicas de la colonia, documentos equivalentes a los contratos que usamos hoy en día y que se encuentran en el Archivo y  Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), en Sucre, donde tuve el privilegio de trabajar, las que me reforzaron la  idea de que la Iglesia Católica no solo administraba la fe, sino también la riqueza económica de la época.

Estos documentos, rescatados de las garras de la humedad, las plagas ratoniles y la indiferencia, y que se convierten en fieles testigos de lo que pasó en aquellos tiempos, nos muestran una información que muchos no han sabido difundir, o quizá, pretendieron ocultar: la Iglesia Católica funcionaba como un banco. Eso mismo. Recibía depósitos de los pudientes de la época, otorgaba créditos para los -literalmente hablando- desafortunados, por lo que aceptaba prendas hipotecarias, realizaba remates de los bienes de los deudores, recibía y administraba las dotes de las damas que ingresaban de monjas, etc., casi nada diferente de las instituciones financieras de nuestros tiempos.

Estos archivos, manuscritos en un español que actualmente resulta incomprensible para alguien que no tiene una base mínima de paleografía, relatan con exquisito detalle cada una de las transacciones realizadas en la Ciudad de La Plata y la Villa Imperial, conocidas así a las ciudades de Sucre y Potosí, que en la colonia fueran la  meca de los negocios del mundo entero.
Los nobles firmaban créditos para salvar sus haciendas, sus casas, sus esclavos. Los menos afortunados ni siquiera podían entrar a una iglesia, asi que difícilmente hubieran podido acceder a un préstamo. No existía otra entidad"oficial" que maneje las finanzas de lo que en aquella época fuera considerado el centro mundial de los negocios.

Se usaban monedas de plata. Una casa podía costar unos 500 pesos y un esclavo era comercializado incluso por 150, siendo las esclavas mujeres en edad fértil, las más costosas, algo que me hizo recuerdo a la compra y venta de mascotas hoy en día.

Gran parte de esa riqueza, venida de transacciones de objetos o de humanos, era administrada por la Iglesia Católica, la que promovió el uso de estos archivos coloniales, escritos diestramente, para que el deudor "no se niegue" al momento de cobrar lo prestado, porque los mismos contenían su firma y rúbrica como compromiso de puntualidad en el pago, que no siempre cumplía, porque hay documentos que evidencian el remate de bienes, que eran también frecuentes.


Estos archivos pueden ser hallados ya catalogados y fotografiados en el ABNB, pero los documentos en físico están celosamente resguardados en unas bóvedas acondicionadas especialmente para su conservación, por lo que, como me dijo un viejo amigo de la institución, es poco probable que alguno de esos archivos salga de ahí, razón por la que mi orgullo es mayor, porque fui una de las pocas y últimas personas que pudo tocar y leer esos documentos, aunque no olvido la primera semana de trabajo, en la que no pude dejar el insomnio y las pesadillas, ya que al leer archivos de compra y venta de niños y niñas esclavos, estuve a punto de renunciar: eran documentos reales de gente real, no era una película, un libro... nadie me lo contó.

miércoles, 12 de febrero de 2014

En política: solamente la puntita, no sirve



“¿Eres invitada?” me preguntó ella, le respondí que sí y conseguí que prácticamente todos los asistentes a la reunión se molestaran, uno me dijo que no era bienvenida y casi me echaron, me resistí hasta el final y recibí muchos insultos: era la primera vez que asistía una reunión del MAS, pero ya era candidata “invitada” a diputada, definitivamente no estaba preparada para eso.

Ya han pasado como nueve años y aunque ahora lo recuerdo como una anécdota, no puedo dejar de cuestionarme muchas cosas, mi falta de experiencia política (nunca es suficiente), mi falta de malicia para adivinar ciertas actitudes, el modo en que debí reaccionar y no lo hice, en fin, tonterías que en ese momento sí fueron fundamentales, pero que no me dejaron huella de odio o resentimiento alguno, porque ahora por fin los comprendí.

Comprendí que el que ha construido un instrumento político desde sus cimientos tiene derecho absoluto de desconfiar del que llega a última hora. Podría ser un vendido, un interesado, podría ser incluso el traidor que menoscabe los intereses colectivos y entregue a manos llenas información al enemigo, podría ser también un flojo o un corrupto. De todo podría ser.

Estar en la política no había sido fácil, es un tiempo complicado en el que debes defender tu ideología y a tu líder. En este caso me siendo honrada de decir que defendí los intereses del MAS y la imagen de Evo Morales, y que eso permitió profundos cambios en un momento complicado de la historia de Bolivia.

Después del ejercicio democrático vivido el domingo, en el que el MAS llamó a su militancia a la reinscripción, veo cómo algunos critican tal actividad siendo opositores, aunque no debe sorprenderme porque dada su mediocridad seria raro que no lo hagan. Lo que sí sorprende es la respuesta de algún masista desubicado, como un senador potosino, que no dudó en expresar una especie de berrinche, negándose a la inscripción, describiéndola como la reducción a un simple carnet partidario.

“No pienso inscribirme al MAS” dijo Eduardo a la prensa, a quien recuerdo no con poco cariño, porque cuando aún era precandidato y yo diputada, me llamó, preguntándome algo ansioso por si yo tenía alguna novedad acerca de su candidatura al Senado, “tienes que bailar conmigo esta pieza hasta el final”, me dijo, dándome a entender que en razón a nuestra amistad, pero más que nada a su excelente perfil político y académico (fue defensor del pueblo durante buen tiempo en Potosí), yo debía apoyarlo hasta que el MAS lo inscriba ante la Corte Nacional Electoral, le dije que consultaría, hice unas llamadas pero nada me dio la certidumbre que él esperaba, nunca he sido persona que maneje tan de cerca el poder de las organizaciones o sus líderes.

Luego, el MAS y Evo, efectivamente confiaron en él, lo apoyaron en toda la candidatura, podría animarme a decir que mal no le fue, salvo algún pequeño incidente en Tinguipaya donde lo agredieron físicamente porque ellos no creyeron en él y no lo querían como candidato, ni como Senador, ni como masista, ni como nada.

Ahora el Senador nos dice que es un hombre de izquierda socialista, que es parte del proceso de cambio pero que no es del MAS. Amigos y amigas, parafraseando algo que dijo Gustavo Torrico en una entrevista, tengo la certidumbre que NADIE es del MAS, sino que el MAS es mío, tuyo, nuestro.

Llego a la compresión que optar por el camino político del actual gobierno viene en combo: apoyas sus políticas (nunca a ciegas sino interviniendo en su construcción), apoyas a Evo, porque es el líder y tienes el derecho/obligación de guiarlo, y apoyas al MAS porque es el instrumento político que servirá para lograr el ansiado Vivir Bien en el futuro.

Llego a entender que no puede haber  “mediomasistas”, o seguidores del proceso de cambio pero alejados del MAS, o seguidores de Evo, pero no masistas. Esas categorías no existen como no existe emenerrista rabioso de Goni, a otro perro con ese hueso.

Eso de andar fingiendo una virginidad inexistente suele ser deshonesto y poco ético, como el de algunos servidores públicos que insisten en una supuesta apolitización, como si vendiera hamburguesas, cuando en realidad el sólo hecho de asistir a tu fuente de trabajo y cubrir las necesidades de los seres humanos que somos parte del Estado, ya te convierte en un soldado de esta revolución, ya eres parte, aunque tu naranja, rosado o verde interior no te deje verlo.

Es verdad lo que dice Eduardo, que una pieza hay que bailarla hasta el final, con ritmo, sin pausa y con creatividad, pero también con disciplina, incluso a veces uno baila la musiquita que no le gusta, pero lo hace con la convicción de que es por el bien colectivo o es simplemente el mandato de las mayorías, no de una sola región, de un grupo de amigos o de una ideología inventada. 

Nadie debería dejar de bailar, porque todas y todos los que trabajamos en el Gobierno, sean eduardos, la ingeniera que asegura cableados, el agrónomo que capacita a las y los productores, el ministro que no descansa hasta ver terminada una obra, son efectivamente masistas, son dueños del MAS, y como tales deben aportar e inscribirse, aunque claro, como dice Evo, nadie los puede obligar, sólo su conciencia que les debe hacer entender por qué están donde están.